Carolina Gajardo tenía 23 años cuando fue convocada por las compañeras Ana González y Sola Sierra para participar en la huelga de hambre. Su esposo, Luis Emilio Maturana, había sido detenido el 8 de junio de 1976. Desde esa fecha nunca mas se supo de él.
Carolina comienza a prepararse para la huelga. Fue al médico para evaluar su estado de salud para estar en huelga de hambre, fue a la notaría para obtener un permiso notarial para que su madre se hiciera cargo de su hijo de 4 años, dejó ordenado los dineros y repartió algunos objetos muy queridos a sus amistades mas cercanas y les dejó una carta a sus padres que aún guarda. Carolina, fue a morir a la huelga.
Carolina llegó a la CEPAL con Aminta Traverso y la coartada que tenían era que iban a la biblioteca para realizar un trabajo de estudios. Carolina y Aminta, estuvieron en el grupo que desplegó el lienzo en el hall de la CEPAL, acción con la cual, se declararon en huelga de hambre.
Ya en huelga de hambre, los familiares se organizaron y cada uno de ellos tuvo un rol, Carolina recuerda:“estaba en el comité de cultura. Nos encargábamos de cantar y organizar actividades para pasar el tiempo. al pasar los días empezamos a hacer menos cosas para no gastar mucha energía”.
Pasados los días Carolina sufrió una importante deposición, por lo cual, tuvo que ser aislada del grupo hasta que se mejorara: “los funcionarios de CEPAL ejercieron presión ya que no querían la responsabilidad de que algo me pasara. Accedí a quedarme en la enfermería en la CEPAL y de que me pusieran suero hasta que mi presión se estabilizara. No recuerdo cuantos días pasaron antes de que volviera al grupo.”
Tras 9 días en huelga de hambre, los familiares decidieron terminar con la huelga, la Junta militar, se había comprometido a dar respuesta sobre sus familiares, Carolina recuerda esos momentos: “fue emocionante y con muchos nervios, yo creía que nos iban a detener. Nos llevaron en auto a cada casa y el encuentro con mi hijo, mis padres y mi hermano menor fue tremendamente emocionante. No olvidaré nunca las palabras de mi papá, de lo orgulloso que estaba de mi.
Me estaban esperando con un maravilloso plato de porotos con riendas que supongo fue el mejor que he comido en mi vida. La verdad que uno se acostumbra a no sentir hambre pero cuando ve y puede comer de nuevo es una sensación indescriptible.”
La experiencia de esta primera huelga de hambre marcó profundamente a los familiares que la realizaron y por otro lado, emergió una nueva forma de protestar contra la dictadura: “La unidad, la fuerza colectiva de saber plenamente que la dictadura ya no podría esconder el hecho de que los prisioneros estaban desapareciendo. Creo que aprendí mucho mas sobre la solidaridad que va mas allá de uno como individuo. Aprendí el verdadero sentido de la lucha por la justicia en forma colectiva. Conocí a gente maravillosa espiritualmente y pude reconocer en otros y en mi misma lo que significa perder el miedo”
Seis meses después de terminada la huelga de hambre, los familiares recibieron la tan esperada respuesta de la Junta Militar. La dictadura a través de un documento, desconoce uno por uno, los casos como desapariciones y los consigan como “presuntos”: “recuerdo la impotencia de darnos cuenta que la junta no diría nada sobre nuestros familiares y recuerdo que lloramos todos juntos en un abrazo emocionado. Para mi fue una confirmación mas de que de ahí en adelante, la lucha sería el dedicarme a buscar restos y no personas vivas. Fue muy fuerte.”
Carolina, vive en la actualidad en Canadá.